Entramos en un laberinto como puente del exterior de nuestras vidas hacia el interior de los sentimientos-emociones, ideas, creación, explosión, espacio-tiempo.

Integrados en compartimientos que se comunican e interrelacionan entre sí.

Espacios que nos invitan a entrar, a conocer, a proyectar: Espacio-tiempo-puente, donde poder proyectarnos hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Como ventanas donde asomarnos para ampliar nuestros conocimientos sobre lo divino y lo humano.

Elvira Fustero-enero 2004

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